Fracking: una palabra para recordar |
Alejandro Nadal · · · · · |
02/12/12 |
Nuevos vocablos van y vienen. Algunos son ocurrencias banales que
después de ponerse de moda, rápidamente caen en el olvido. Pero he aquí un
término que será difícil olvidar: fracking. Desgraciadamente no es
portador de buenas noticias.
Muchos ingenieros y especialistas en energía han sabido, desde hace
mucho, que una gran cantidad de gas natural se encuentra atrapado entre las
láminas o capas en esquistos que datan del periodo devónico (hace 400 a 360
millones de años).
A diferencia de yacimientos tradicionales en los cuales el gas se
concentra en bolsones más o menos fáciles de explotar, el gas de los esquistos
se encuentra disperso a lo ancho y largo del espacio entre las hojas o escamas
de estas rocas. El problema es permitir el flujo de las pequeñas burbujas de gas
atrapadas entre las láminas para extraerlo.
La tecnología utilizada para extraer el gas se denomina fracturación
hidráulica y consiste en romper roca para permitir el flujo del gas hasta donde
puede ser recogido. El desarrollo no convencional del gas de esquistos combina
tres tecnologías. Primero, la perforación direccional que usa sistemas para
entrar en los laterales de los esquistos situados a unos dos o tres kilómetros
de profundidad. Sólo la perforación direccional permite acceder a los espacios
entre estas láminas para preparar la extracción.
Segundo, la disponibilidad de una gran capacidad de bombeo para inyectar
enormes volúmenes de líquidos a una enorme presión para fracturar la roca. El
material inyectado incluye arena porque sus granos mantienen abiertas las
fracturas para permitir el flujo del gas. El volumen de agua requerido por pozo
fluctúa entre los 8 y los 30 millones de litros, dependiendo de la geología. La
presión requerida puede alcanzar hasta las 10 mil libras por pulgada
cuadrada.
La tercera tecnología es un sistema para lubricar el líquido usado en la
fractura hidráulica. Como era necesario reducir la fricción del agua para poder
inyectarla a grandes volúmenes y fuerte presión en ductos que recorren enormes
distancias, se hizo indispensable encontrar los mejores lubricantes de líquido,
así como inhibidores de corrosión, estabilizadores y sustancias letales para
microbios. Algunas de estas sustancias son bien conocidos agentes carcinógenos.
La lista de sustancias es amplia y eso permite pensar en migraciones y
combinaciones químicas de mayor toxicidad.
El problema no termina aquí. Aunque la mayor parte de estas sustancias
es recuperada (y supuestamente vuelta a utilizar), una vez terminada la
perforación y extraído el gas, existe el retroflujo del material inyectado que
regresa a la superficie con hidrocarburos líquidos como tolueno, xileno y
etilbenceno. Todas estas sustancias plantean un serio riesgo para los acuíferos
que se sitúan por arriba de la capa de esquistos.
En Estados Unidos la cantidad de gas natural en esquistos ha sido
presentada por Obama como una reserva de energéticos equivalente a la que tiene
Arabia Saudita de petróleo y que aseguraría la independencia energética de
Estados Unidos hasta por cien años. Y al lobby de la industria del gas
natural le encanta señalar que este recurso reducirá las emisiones de gases de
efecto invernadero.
La explotación a escala comercial de gas de esquistos en Estados Unidos
conlleva riesgos ambientales y para la salud inaceptables. La contaminación de
acuíferos debido al fracking ya es una realidad en muchas regiones en
Estados Unidos. Lo que es importante considerar es el efecto acumulado
del fracking, sobre todo si se toma en cuenta que se necesitan cientos de
miles de pozos para desarrollar un yacimiento (se calcula que se necesitan más
de 200 mil pozos en el estado de Pensilvania para extraer el gas del esquisto de
Marcellus que está en su territorio).
Quizás lo más importante es que el gas natural producido
con fracking agrava el problema del cambio climático. Primero porque a lo
largo del ciclo de esta operación se liberan grandes cantidades de metano. El
gas natural es primordialmente metano, un gas de efecto invernadero mucho más
potente que el CO2. Las filtraciones de metano en la extracción, transporte y
distribución de gas natural son significativas. Este dato aislado ya debería
provocar mayor cautela. Segundo, el fracking hará más lenta, si no
imposible, la transición a fuentes renovables de energía al consolidar un perfil
energético basado en combustibles fósiles.
El gas de esquistos existe en muchos países del mundo y ya hay una
carrera para extraerlo. Inyectar a la atmósfera el CO2 contenido en esos
depósitos de gas en las próximas décadas conducirá a un más intenso cambio
climático. La temperatura global no podrá mantenerse en el rango de lo que se
considera razonable. Ahora que se lleva a cabo la conferencia de Doha sobre
cambio climático (COP18) es importante tomar conciencia que
el fracking será el tiro de gracia para las esperanzas de construir un
régimen sobre cambio climático. Es indispensable un cambio radical en política
energética para dejar ese recurso en el subsuelo.
Alejandro
Nadal es
miembro del Consejo Editorial
de SinPermiso.
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Somos una Asamblea Ambiental que lucha mediante acciones concretas por la preservación de los bienes comunes naturales, contra el saqueo, la contaminación, la extranjerización de la tierra, a favor del desarrollo sustentable, la dignidad del trabajo y una mejor calidad de vida para todos. GRACIAS A LA LUCHA ENCE QUISO MUDARSE A PAYSANDÚ Y SE TERMINÓ YENDO. ENCE SE FUE. BOTNIA VENDIÓ. UPM SÍ CONTAMINA. ¡FUERA DE NUESTRA CUENCA!!!
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martes, 4 de diciembre de 2012
Fracking: una palabra para recordar
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