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domingo, 22 de noviembre de 2009

DIARIO EL ARGENTINO -20/11/2009

NO A LAS PAPELERAS


Tres años de Arroyo Verde y un pueblo que transita con fervor hacia la vida

Arroyo Verde es una criatura generada por Botnia. Arroyo Verde es algo más que el nombre cantarino y colorido de un paraje histórico: es el único bastión colectivo donde los ciudadanos realizan una vigilancia ambiental las 24 horas contra una empresa rebelde que hace caso omiso al no de la licencia social y que para Argentina opera violando Tratados Internacionales.

Arroyo Verde, ubicado en el kilómetro 28 de la ruta internacional 136 que vincula a Gualeguaychú con Fray Bentos, es perfectamente ubicable en el mapa mundial, mucho más que las capitales de algunos países. Es que la lucha llevada adelante por la Asamblea Ciudadana Ambiental ha sido ejemplificadora: de las convicciones a la experiencia y de la experiencia a la conciencia, ha sido siempre el círculo virtuoso que marcó un “antes” y un “después” en materia ambiental en el Mercosur e incluso en América Latina y Europa.
Si el antecedente asambleario en defensa de la vida y del medio ambiente encuentra a los vecinos de Esquel, Chubut, como un origen inspirador; será en Gualeguaychú donde su dinámica fue percibida como un modelo para exigir a quienes tienen que tomar decisiones estar a las alturas de las circunstancias.
A tres de años del corte ininterrumpido de ruta más largo de la historia, algunas cosas son necesarias decirlas sin dilación: el Gobierno nacional de Cristina Fernández de Kirchner tiene en sus manos la alternativa superadora para levantar el corte de ruta. Se trata de aplicar el Código Aduanero.
¿Qué es el Código Aduanero? Es un cuerpo de normas que restringen algunas operaciones comerciales en los pasos fronterizos.
Su artículo 1° dice textualmente: “Las disposiciones de este código rigen en todo el ámbito terrestre, acuático y aéreo sometido a la soberanía de la Nación Argentina, así como también en los enclaves constituidos a su favor”.
En la sección VIII que lleva por título “Prohibiciones a la importación y a la exportación”, se explica en el Artículo 608 que las prohibiciones a la importación y a la exportación se distinguen según su finalidad preponderante, en económicas o no económicas; y según su alcance, en absolutas o relativas.
En el Artículo 610° (que interesa en esta lucha) se sostiene que “son no económicas las prohibiciones establecidas por cualquiera de las razones siguientes:
a) Afirmación de la soberanía nacional o defensa de las instituciones políticas del Estado; b) Política internacional; c) Seguridad pública o defensa nacional; d) Moral pública y buenas costumbres; e) Salud pública, política alimentaria o sanidad animal o vegetal; f) Protección del patrimonio artístico, histórico, arqueológico o científico; g) Conservación de las especies animales o vegetales. h) Preservación del ambiente, conservación de los recursos naturales y prevención de la contaminación (agregado por ley 24611)”.
Entonces queda claro que en manos del Gobierno nacional está la alternativa superadora para levantar el corte de ruta que ya lleva tres largos años.
Hoy se celebra el Día de la Soberanía. Hoy Arroyo Verde cumple tres años. Hoy es un día más que preciso para recordar que el Gobierno adeuda la aplicación de una norma clave como es el Código Aduanero en su Artículo 610°.
Justamente, por no regir esta norma, hoy también se conoció el caso de que una empresa argentina acaba de comprar celulosa a la contaminante Botnia. Paradojas que nacen por falta de decisiones políticas o por intereses que nunca quedan claros para la opinión pública.
Para ser más preciso: cancillería tiene la convicción íntima de que Botnia contamina y así presentó voluminosos cuerpos de pruebas ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya; sin embargo el Gobierno nacional se muestra esquizofrénico e incoherente frente al Código Aduanero.

Arroyo Verde

Si Botnia no existiera en la región, Arroyo Verde no hubiera nacido tal como se lo reconoce hoy. Ambas están ligadas porque después de todo nadie se cruza en el destino del otro sin inocencia o sin consecuencias.
Es cierto que el tránsito de personas y bienes es un derecho constitucional, eso es indiscutible. Pero la Constitución no puede ser leída o interpretada de manera sesgada. La misma Carta Magna también garantiza el derecho a la vida y a un medio ambiente sano.
Y ya se sabe que el derecho no puede contradecirse a sí mismo; pero eso no implica que pueda tensionarse. Cuando existe esta tensión (el derecho a transitar y el de vivir en un medio ambiente sano) entonces se debe privilegiar al de mayor jerarquía. Para la mayoría absoluta de Gualeguaychú y la unanimidad de la Asamblea Ciudadana, tiene más jerarquía el derecho a la vida. Para otros, el de transitar. Esto genera un nuevo conflicto social porque los intereses son incompatibles en este escenario.
Arroyo Verde hoy cumple tres años. Nadie en la ciudad está contento con la medida. Cortar una ruta no es alegría para nadie, ni siquiera para los que la llevan adelante. Es, acaso, el grito desesperado de quienes no han tenido respuestas a sus planteos.
Arroyo Verde recuerda, todos los días, la falta de soluciones. Es una interpelación diaria.
Gualeguaychú atesora en sus genes colectivos estas reivindicaciones. Para ilustrar, sus pobladores sacaron carpiendo a Giuseppe Garibaldi cuando era un joven forajido que asolaba las ciudades ubicadas en las márgenes del río Uruguay. Fue la primera comunidad en el país que levantó un frigorífico para oponerse al ahogo monopólico del trust de la carne que el gobierno de entonces puso a la merced de capitales ingleses y con ello a la República de rodillas.
Fue un vecino de Gualeguaychú el que plantó los mojones de lo que hoy se conoce como autopista mesopotámica y que se ha convertido en la columna vertebral del Mercosur. Ese vecino se llamó David Della Chiesa.
De Gualeguaychú fue Nágera, el hombre que creó la teoría de las 200 millas marítimas para extender la soberanía de los países por debajo de los mares y océanos.
De Gualeguaychú es Osvaldo Magnasco, el legislador que creó las hoy reconocidas escuelas de educación técnica.
Gualeguaychú fue, más cerca en el tiempo, la única comunidad que erradicó del río que lleva su nombre a las compañías areneras para cuidar el filtrado natural del agua dulce.
Gualeguaychú es padre de una lucha ambiental que es ejemplo en el mundo por su espíritu democrático, su participación ciudadana, su responsabilidad colectiva y fundamentalmente su capacidad de anticipación en materia de prevención.
El río es un camino que camina, lo mismo que los pueblos que siempre marchan construyendo su destino.
“No hay cosa más sin apuro que un pueblo haciendo la historia. No lo seduce la gloria, ni se imagina el futuro. Marcha con paso seguro, calculando cada paso, y lo que parece atraso suele transformarse pronto en cosas que para el tonto son causa de su fracaso”. Esa estrofa que bien describe la lucha que lleva adelante la Asamblea Ambiental fue escrita, no fue casual, por uno de los máximos cantores populares del Uruguay, Alfredo Zitarrosa, quien conoció nuestra ciudad y, de vivir en la actualidad, estaría orgulloso del compromiso de Gualeguaychú.
Más allá del respaldo casi total a la Asamblea, no hay que dormirse en los laureles. La Asamblea lo supo cuando se reunión con Cristina Kirchner y le exigió la aplicación del Código Aduanero. Lo reafirmó cuando tras la última audiencia en La Haya se reunió con las autoridades de Medio Ambiente y Cancillería e insistió con ese pedido.
Tampoco lo desconoce el grupo de comerciantes que exige el levantamiento del corte de Arroyo Verde quienes, como alternativa superadora, entienden que debe regir el Código Aduanero para impedir que empresas radicadas en el país comercialicen con la colonialista Botnia.
Mientras eso no suceda, Arroyo Verde seguirá erigido como el método legítimo, aunque nos pese a todos, de la heroica lucha en defensa del medio ambiente y de la vida misma. Por el contrario, con la implementación de esa medida, el kilómetro 28 de la ruta 136 se convertirá en lo que siempre debió ser: el símbolo del grito de un pueblo contra la altanería y el atropello de un enclave colonial en el río Uruguay. Un punto de referencia en el mapa en el que ciudadanos argentinos y uruguayos frenarán por propia elección.
En ese pequeño mojón, los visitantes de las dos orillas comenzarán a comprender a qué se referían los griegos cuando decían que la historia es cíclica. Gualeguaychú erradicó los desembarcos intempestivos de Garibaldi; cortó los tentáculos expansionistas de los monopólicos frigoríficos británicos; engendró el espíritu rebelde de un joven llamado José S. Álvarez –más conocido como Fray Mocho-, que luego se transformó en una de las plumas más ácidas que contribuyeron a ponerle fin a los gobiernos conservadores de principios del siglo pasado, y es Gualeguaychú hoy quien pone los cimientos para erradicar las bocanadas contaminantes de Botnia de la cuenca del río Uruguay

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